Su historia es apenas otro episodio en el drama de la delincuencia juvenil.
William Alexander Rodríguez Romero, alias «Calamardo», tenía apenas 20 años y ya acumulaba 12 procesos judiciales por hurto y porte ilegal de armas. Aparecía en el cartel de los más buscados en Villavicencio.
Había sido capturado a finales de noviembre luego de robarle el teléfono celular a una joven, pero en esa ocasión el juez decidió otorgarle el beneficio de la detención domiciliaria. Y, como era previsible, no respetó la medida y volvió a la calle a robar.
En octubre las cámaras de seguridad lo habían grabado en acción en el barrio El Buque. Esa vez amenazó con cuchillo a un comerciante, le quitó sus pertenencias y luego corrió hacia la motocicleta que lo esperaba a pocos metros.
Reapareció la tarde del lunes 3 de enero en un sector comercial ubicado entre el colegio Caldas y el Hotel Rosado, con tal mala fortuna que sus víctimas eran dos agentes de la SIJIN a quienes se enfrentó a tiros. Recibió tres impactos de bala en la pierna izquierda, en el abdomen y en la cintura y murió pocas horas después en el hospital. Alcanzó a herir de gravedad a uno de los policías, quien se recupera en una clínica.
«Calamardo» no robará más en Villavicencio, pero otros siguen en ese estilo de vida en el que se cae no necesariamente por necesidad de sobrevivir. Mientras Calamardo disparaba contra los dos policías, en la calle 19 del barrio Catumare otros dos jóvenes (de 21 años) intentaban hurtar tres computadores y una planta eléctrica de una bodega. Habían intimidado al guarda de seguridad con una pistola traumática. La Policía los capturó.
Como decía al final de cada episodio de las viejas series norteamericanas: esta historia continuará.
