Un estudio de la Universidad de Duke publicado hace poco en la revista ‘Science Advance’ diseñó una técnica de bajo costo para medir la eficacia de estas mascarillas para filtrar las gotículas expulsadas por las personas durante el habla, el estornudo y la tos.
En su trabajo, los investigadores encabezados como Martín Fisher utilizaron una caja negra a través de la cual pasaban un rayo láser para formar un delgado haz de luz, mientras que por un orificio una persona con diversos tipos de tapabocas hablaba y en el otro extremo una cámara de teléfono celular registraba la dispersión que tenía la luz por efecto de las gotas expulsadas.
Los investigadores probaron 14 de los tapabocas más comunes, entre los cuales se encontraban desde los N95 -recomendados para personal sanitario altamente expuesto frente al covid-19-, los quirúrgicos convencionales, los caseros de tela (algodón), hasta los pañuelos, bufandas y bandanas, que han ganado espacio en este segmento.
Con los resultados se definió un algoritmo que sacó conclusiones. Y así se comprobó que los más eficaces para contener las gotas “fueron los N95 bien ajustados, las mascarillas quirúrgicas de tres capas y los de algodón que muchas personas han hecho en casa”.
Y en el otro extremo, los que menos funcionaron fueron los famosos cuellos (neck fleeces) que usan muchos ciclistas y deportistas, en razón a que por sus materiales dividen las gotas más grandes en partículas muy pequeñas que fácilmente quedan suspendidas en el aire.